Una de las grandes afecciones que podrían evitarse con una buena alimentación. El colesterol, causante de importantes enfermedades cardiovasculares, puede ser regulado a través de una dieta equilibrada, ejercicio y una buena hidratación.
Consumir más cereales integrales, legumbres, frutas, verduras, frutos secos y pescado azul es la clave para mantener esta sustancia potencialmente dañina a raya. Algo que no debería suponer ningún sacrificio ya que se trata de productos, además de nutritivos, sabrosos y fáciles de preparar.
Para empezar, un aumento de la ingesta de cereales integrales y legumbres contribuirá a incrementar la presencia de fibra en el organismo y a reducir la absorción de grasas y azúcares. Las verduras, por supuesto, entre las que destacan las judías verdes, las alcachofas, rábanos, ajo y cebolla arrastrarán el colesterol, ayudarán a estimular páncreas y el hígado y facilitarán también la digestión de las grasas.
Los frutos secos, fácilmente consumibles a cualquier hora del día, son igualmente recomendables. Por poner un ejemplo, las nueces aportan una proporción óptima de ácidos grasos omega-3 y omega-6, indispensables para disolver el LDL (lipoproteínas de baja densidad cuyo elevado índice no debe ser demasiado alto). De ahí que se recomiende el consumo de semillas (chía y lino, entre otras) o del pescado azul (salmón, atún, sardinas…).
Y, qué sencillo es, incorporar el aceite de oliva virgen extra como base para cocinar y preparar casi cualquier plato. No solo aportará sabor, sino también la capacidad de bajar los niveles del LDL y de incrementar los de HDL (lipoproteínas de alta intensidad cuyo índice no debe ser demasiado bajo).
Como todo es cuestión de acostumbrarse. Y es que, en cuanto se logra el hábito de incorporar alguno de estos alimentos a la rutina alimenticia diaria, es fácil olvidar lo bien que sientan al organismo. Porque el placer de disfrutarlos se hace todavía más fuerte!
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Fuentes: Veritas, viviendo sanos.